lunes, 15 de diciembre de 2008

Testimonios. I Parte




Como la de aquella lejana mañana en que eché a correr descalzo por las orillas del mar y nadie pudo alcanzarme. La maestra de la escuela quería obligarme a que usara zapatos, y como yo estaba acostumbrado a caminar descalzo, sintiendo la arena entre mis dedos, cuando me calzaron por primera vez sentí que mis pies se asfixiaban, que mi cuerpo entero se asfixiaba. Y ahí mismo tuve mi primer ataque de rebeldía, mordí la mano de la maestra con toda la fuerza de mis dientes y empecé a correr. Me escondí en la cueva del manglar hasta que mi padre tuvo que enviar a mis ochenta y siete primos a buscarme. Y todos mis primos me buscaban a los gritos, diciéndome que volviera, prometiéndome que nunca más me iban a calzar.


Sí, rebelde. Rebelde desde chiquito. Desde los seis años. Desde entonces empecé a optar por Ser. ¿Acaso otros no optan por Tener?
Yo te poseo a ti. Tú me posees a mí. Todos bien concentrados en ese único afán.

En la época de las posesiones -de mi padre, aclaro-, viví en un departamento de décimo piso, en el barrio norte de esta lluviosa ciudad. Era el tiempo de la bohemia con dinero y el bazuco llenando el cerebro y los pulmones a todo vapor. Los dientes flojos y la mirada turbia. Para lo que había que ver, me bastaba con el torbellino de efectos especiales que creaba a mi paso. Tenía armada una bazooka en la terraza del edificio porque me había dado por pensar que los pilotos se podían quedar dormidos a la hora de la siesta y yo subía a la terraza llevado por mis escasos arranques de responsabilidad hacia el prójimo y tacatacataca, le disparaba al pájaro volador hasta constatar que los pilotos se dirigían sin problemas hacia la pista del aeropuerto y aterrizaban sobre el pavimento gris-lustroso.



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3 comentarios:

Barrabasada dijo...

Dios
que prosa
tan grosa
SANDINO?

Maestro
ese tesxto lo robo dian

Claudel dijo...

no mi vida!, la historia es como contada por el hermano de Sandino, de charlas largas que llegamos a tener en algun momento de suya sobriedad....

AlmereydA dijo...

me recuerda un librito y al jardin de infantes, y a un señor en nueva york que construía un barco en la terraza de su edificio, hecho celuloide en una película de Jarmusch.
dejo mis saludos mis respetos.