just come inside
domingo, 25 de octubre de 2009
jueves, 22 de octubre de 2009
jueves, 15 de octubre de 2009
Quinua
lunes, 5 de octubre de 2009
Quito 14pm
Resulta ser que estaba en casa materna yo, esta casa que conozco ahora.
Madre llega. Padre abre la puerta. Madre viene acompañada.
Resulta que el país está convulsionado. 4000 indígenas han llegado a la capital, desde los distintos rincones del pais, a reunirse con Correa, presidente, para negociar la presencia de compañías petroleras en sus tierras.
Madre viene acompañada de dos nativos ACHUAR.
Uno, líder, Rafael, 56 años. Otro jóven, Miguel 20.
Lanzas en mano, primera vez que vienen a la Capital, del medio de los montes que limitan al sur con Perú, vienen. Guerreros, lanzas, coronas.
Son de las tribus más guerreras, la generación pasada defendió a sangre sus espacios, la generación pasada. Hablan su lengua, (en Ecuador se hablan 14 lenguas absolutamente distintas) entienden español, con leve dificultad. Allá las carreteras no llegan.
Comemos.
Las petroleras, las tierras, la religión, los hijos.
Dicen que en caso de poder volver, nos regalaran un lorito, o un mono, en gratitud por la comida. Gracias repiten. Dignidad, tanta.
Los acompaño a la plaza mayor, donde se congregan.
Autos, ruidos, construcciones, edificios, gente con miradas miradas, autos.
El más joven me regala una pulsera, me dice que no la venda ni regale, que la guarde como recuerdo, de él.
A pocas cuadras me pregunta a que edad se puede uno casar en mi país (se refiere a Argentina), pregunta si mi padre se enojará si me abraza, y ya está...es así, entonces entiendo; él me ha elegido como su mujer.
En sus tierras, el hombre se para tras la mujer que ha elegido para su vida, asienta la lanza en el suelo, y espera a ser correspondido.
El cortejo y la seducción parecen ser una costumbre bien europea.
* "Es dificil expresar, escribiendo, cosas que sean demasiado reales".
* Antes de irse me piden les saque una foto para el recuerdo.
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sábado, 3 de octubre de 2009
Eaa quito .
Pues en el río había algo como el fuego del hogar. Y cuando ella advirtió que, además del frío, llovía en los árboles, no podía creer que tanto le fuese dado. Y el acuerdo del mundo con aquello que ella ni siquiera sabía que precisaba como el pan. Llovía, llovía.
El fuego encendido guiñaba hacia ella y hacia él. Él, hombre, se ocupaba de aquello que ella ni siquiera agradecía; él atizaba el fuego, lo cual era su deber de nacimiento. Y ella, que siempre estaba inquieta, haciendo cosas y experimentado, curiosa, ella no se acordaba de atizar el fuego. (...)
Lo más que ella hacía era instigarlo a veces "aquel leño- decía- aquel todavía no encendió". Y él, un instante antes de que ella acabara la frase que lo advertía, él ya había notado el leño, era su hombre, ya estaba atizando el leño. (...)
La otra mano de él, libre, está al alcance de ella. Ella lo sabe, y no la coge. Quiere la mano de él, sabe que la quiere, y no la coge. Tiene exactamente lo que necesita: poder tener.
Ah, y decir que esto va a acabar, que por sí mismo no puede durar. No, ella no se está refiriendo al fuego, se refiere a lo que siente. Lo que siente nunca dura, lo que siente siempre se acaba, y puede no volver nunca. Se encarniza entonces sobre el momento, se traga el fuego, y el fuego dulce arde, arde, flamea. Entonces, ella, que sabe que todo va a acabar, coge la mano libre del hombre, y la enlaza con la suya, ella dulce arde, arde, flamea.
* Vida al Natural. Clarice Lispector.
** (Resultó ser que alquien otorgó el regalo indicado. Y las horas de espera trasandinas fueron de aquellas).
viernes, 2 de octubre de 2009
jueves, 1 de octubre de 2009
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